Agosto sin niña

El verano y el mes de septiembre, es para muchos padres un extraño periodo alejado de los niños. Pirfa nos cuenta su experiencia

Pirfita está en el pueblo. Pasa con nuestros familiares este mes de agosto en el que sus padres trabajamos. Cada vez que intentamos hablar con ella por teléfono escuchamos sus histéricos gritos de alegría, mientras corretea de un lado a otro de la casa, o del campo, o de la piscina, o del parque, o de cualquiera de los múltiples sitios donde la llevan en estos días que, para nosotros, se reducen a ir del trabajo a casa, con alguna incursión en una sala de cine.

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Sabemos que es feliz. Y lo vemos porque cualquiera de las cientos de fotografías que nos envían nuestros familiares lo muestra: Pirfita cogiendo tomates, Pirfita tumbada en el césped, Pirfita en un columpio, Pirfita con otros niños y hasta Pirfita vencida por el sueño en la cama tras un duro día de juegos. Su felicidad nos pone contentos pero no mata nuestra nostalgia y a veces me descubro, entre carcajadas, a punto de llorar viendo alguno de los vídeos que nos mandan de su vida de niña feliz de pueblo que disfruta, por ejemplo, duchándose con una manguera en un corral.

Los días pasan lentos y parece que nunca llegan los viernes de nuestros reencuentros. Pero llegan, al fin. Y, al otro lado del camino, nos espera una niña a la que se le ilumina la cara al recibirnos. Nosotros la besamos, la abrazamos, le decimos lo mucho que la hemos echado de menos y no queremos separarnos de ella en ninguna de las horas que nos quedan. Volvemos a dormir los tres en la misma cama, también en las siestas. A desayunar, comer, merendar y cenar juntos. A jugar con ella, a escuchar sus historias y ver sus dibujos favoritos. Pero la tarde del domingo llega y, con ella, la despedida. Para nosotros, más triste que para ella, que vuelve a sumergirse en la aventura de un verano de familia, pueblo y actividades y apenas nos dice adiós, rápidamente, con la mano, desde la puerta, con una enorme sonrisa en la cara.

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Sabemos que, como nosotros, son muchos los padres y madres trabajadores que, a falta de alternativas, tienen que dejar a los pequeños con sus abuelos u otros familiares. También ellos convierten su día a día en una «cuenta atrás» hasta el viernes que es, sin duda, el feliz día del reencuentro y la felicidad familiar. Ojalá todo fuera más sencillo y conciliar los horarios laborales y escolares no hiciera obligatorio, como para nosotros, la separación de nuestros niños. Mientras, disfrutemos  de su alegría, que tanto se parece a la nuestra, de cuando éramos también unos niños.

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